El tren de la vida

Este es el relato ganador del IX Concurso de relatos cortos del IES Monegros. Su autora es Laura Tella, de 2º ESO.

En un lugar de Monegros de cuyo nombre no quiero acordarme, llegue yo, cansada y abatida por el largo recorrido recién andado. Entré en mi casa con una sensación de satisfacción como la que nunca había tenido. Mis  padres se encontraban en el salón esperándome con una gran sonrisa en la cara, y yo sin pensarlo, me abalancé hacía ellos como la niña más feliz del mundo. Mi vida no ha sido muy fácil en diversas situaciones, pero siempre que he querido solucionar algo, lo he logrado y así empieza mi historia.

Mis familia, no era una familia muy rica, vivíamos a base de los productos del campo, que nos daba  nuestro esfuerzo. Por muchas causas, mis padres, decidieron que me fuera a Cervera a servir a una familia de estatus bastante alto y así conseguiríamos ganar algo más de dinero.

Un día de esos como otro cualquiera, me encontré en la puerta de mi casa, un carruaje tirado por dos caballos negros y un hombre esperándome. Con gran melancolía me monté en aquel carro, y marchamos hacía mi próximo destino.

 En un considerable periodo de tiempo, llegamos a Cervera, me quedé asombrada al ver tanta gente en una misma casa cuando entré por la puesta de aquella lujosa mansión. Todo los habitantes de ésta, me trataban muy bien, en especial el dueño, Don José, el cual me tenía mucho cariño, ¿sería por mi temprana edad de nueve años?, ó ¿quizás por ser la que le ayudaba?, no lo sé, pero si sé algo importante, que como él, había pocas personas.

Yo era la niñera de  muchos de sus hijos y sobrinos pequeños, a los que intentaba controlar sin tener que recurrir a nadie más, aunque por muchas veces, eso era imposible. Mi estancia en esa casa, a veces era insoportable por la dureza de condiciones que teníamos los empleados, pero por otra parte, que siempre tendré en mi corazón y en mi recuerdo, era estupendo poder pasar el tiempo sin algunas de las preocupaciones que el campo nos hacía sufrir.

Pese a todo, seguía queriendo volver con mi familia, ya que añoraba su amor. Igual que en el mundo hay gente buena y gente mala, en la casa también la había, y un claro ejemplo era la hija de don José, la que me tenía mucha manía y odio, por el amor y respeto que su padre me ofrecía. Lo pasaba muy mal cuando tenía que convivir con ella, es más, era casi imposible mantener un ambiente sin gritos cuando estaba con ella. Nunca he querido problemas con gente, y menos con la gente de la que dependo, por lo que siempre, María, que así se llamaba, tenía la razón superior a la de todos.

 Muy feliz estuve hasta que un día, fui acusada por esta misma, de robar un collar de oro de la señora Eugenia que era su madre. Don José, se sintió decepcionado por mí, por lo que tuve que irme y regresar a casa con apenas dinero, mas yo sabía que la que lo había hecho todo había sido María.

Estos días que llevo en mi casa familiar, sigo contándoles a mis padres y hermanos las experiencias que viví en aquel lugar, lo bueno y lo malo de aquella familia, mis buenas sensaciones y mis malas, mis opiniones, mis momentos ganados en los que me sentí satisfecha de lo que hacía, mis otros momentos contados en los que me sentía derrotada y en ruinas por lo que había hecho y así otras muchas cosas… todas con ese vínculo de alegría y tristeza  que se siente a la vez.

Mis padres, pese a todo, dicen que están orgullosos de mí, de mis intentos por sacarlo todo adelante, por no rendirme y ser consecuente, y eso me hace verdaderamente feliz.

En verdad, mi mayor ilusión en este momento, sería recibir una carta de Don José y Dª Eugenia, en la que me explicaran todas las buenas y las malas sensaciones que tuvieron desde que entré por la puerta aquel día, hasta cuando salí, y me pregunto ¿Por qué no recibirla?, si total ellos me querían como una hija más. Por eso cada noche que pasa tengo más y más confianza de que algún día llegará; y si no lo hace, ¿Por qué no mandarla yo?

***

Queridos Señores José y Eugenia, hace mucho que deseaba recibir alguna noticia de ustedes, ya que yo les echo mucho de menos…

Atentamente, Teresa Val.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *